miércoles, 30 de noviembre de 2011

Las apetencias de una verdadera personalidad

Hola queridos blogueros, primero que nada saludando y deseando que esten bien. Les comentó que la entrada siguiente es parte de una tarea que me han dejado en la escuela como ejercicio de escritura para la materia que se llama Seminario de Titulación y se trata de la creación de un texto nuevo a partir de un artículo que pueden encontrar en la siguiente liga: Las apetencias del mar escrito por Jorge Degau, me ha gustado la forma que le dí y por ello mismo lo compartó con ustedes.

Las apetencias de una verdadera personalidad

Ocho islas son de las que se hablaba, ocho islas en algún lugar del Pacífico, ocho islas de las que hoy se conocen con el nombre de Tuvalú, que en realidad significa ocho islas juntas en tuvalés, pero ¿por qué llamar a una isla de nueve con el nombre de una de ocho? Tal vez tienen una personalidad única o guardan algo curioso, pero analicemos que puede haber detrás de este enigma.

Resulta que el significado de su nombre es lo menos curioso ya que está isla se caracteriza por que es el cuarto estado más pequeño del mundo y el tercero menos poblado, tal vez imaginaban que por ser de nueve islas sería muy grande pero no es así, tan sólo cuenta con 26 km2 y de su densidad de población no se hable pues está colocada en el tope sobre 22 países más y su PIB apenas alcanza los 18 millones de dólares, los cuales provienen de su sistema de internet y televisión californiana, además de esto el recurso agua es inexistente está por demás decir que se encuentra en medio del Pacífico y que ese recurso lo obtienen de la recolección de lluvia, tienen un aeropuerto ubicado en Funafuti, la capital y resulta muy funcional pues lo ocupan como pista de entrenamiento para los atletas y a lo mejor pensaron que mínimo tendría una gran cumbre, pero lamento desilusionarte mi estimado lector, ya que la cumbre más alta no supera ni los 4.5 metros sobre el nivel del mar, y sí efectivamente muchos expertos calculan que en 50 años desaparecerá, y ahora ¿Te sigues preguntando cuál enigma tiene una isla que es muy pequeña, que no tiene mucho dinero y que pronto desaparecerá? No desesperes, dicen que en las cosas más pequeñas siempre hay grandes detalles.

Se puede pensar que en medio del Pacífico, rodeado de muchas islas, el único sonido es el de las olas rompiendo sobre las costas, quizá alguna ave exótica que no deja de cantar y por último el eco del novenario de islotes que se sumergen lentamente, con sus habitante ahora náufragos y todos su bienes convertidos en ruinas siendo parte del lecho marino que tal vez puedan aprovechar como alimento los peces o alguna ave Tuvaluana y no descartaremos que algún habitante mirará lo último de su hogar y otro morirá con él. Hasta ahora lector mío dirás ¿Para qué seguir leyendo tragedias? Pero no te desanimes, de las tragedias siempre han resultado grandes historias que hasta en el almanaque puedes encontrar.

Seguramente cuando vas al supermercado y buscas alguna lata de comida o refresco, te enfocas en el empaque, algunos más detallistas quizá vean la etiqueta con las calorías que les dejará y otros más curiosos lo comprarán por probar lo que hay en su interior, entonces si te das cuenta todos estos datos que hasta ahora has leído no son más que el empaque, y esa isla también tiene algo dentro, tal vez algo feo o algo muy bueno pues finalmente es la que le dará personalidad a ese empaque que puede ser vago y sin gracia. Así que te cuento que si la isla se pierde y no queda rastro de ella se perderá una identidad completa, ya que no sólo se perderán sus cimas de coral, los restos pétreos de las emisiones de un volcán sumergido, un Estado y sus elementos tan peculiares, sino que también se perderá el dólar tuvaluano que es equivalente al australiano, su emisora de radio Radio Tuvalú sucursal única, su periódico Tuvalu Echoes, el gobierno de una reina inglesa a miles de kilómetros y sus 8 km de caminos pavimentados y andados siempre por la izquierda; su iglesia particular, la iglesia de Tuvalú, de adscripción cristiana y a la que se suma el 97% de su población, su himno Tuvalú for the Almighty y otras rarezas más.

Así es lector todas estas rarezas son parte de Tuvalú, pero no sólo se perderán ante el recubrimiento de las olas, sino que se perderá la casa en dónde han permanecido durante años, la originalidad y personalidad de la misma se perderá ya que cuando muere una isla la pérdida es metafísica: muere con ella una personalidad cultivada y orgullosa, labrada frente a la aplanadora social, en la dialéctica del individuo contra el resto. No es fortuito, por tanto, que las islas representen al sujeto, empezando por que ambos son desde siempre un despojo: la parte aislada del todo, el extracto desarrollándose a la distancia, sin la nefasta influencia de la coerción social.

Entonces es cuando finalmente la situación obligará a su pueblo a traspasar la frontera con el mar y mezclarse con los demás, y cierta parte de ellos, tan íntima se perderá.

Y así de esta manera lector te comentó que Jorge Degetau inspirador de este escrito concluye con lo siguiente:

En alguno de los múltiples reportajes sobre Tuvalú encontré la foto de una de sus islas, una isla delgada, que parece Quetzalcoatl tendido sobre las aguas mansas del Pacífico. Vista así, expuesta a la queda fatalidad que trabajaba impostergablemente sobre sus costados, la trama del archipiélago sugiere el esqueleto de todos los finales, los sintetiza en uno: la extinción es la base de la empatía precisamente porque es el común denominador de aquello que es, y en esa medida la historia de Tuvalú es también la nuestra.

Como consuelo único queda la imagen poderosísima del que abandona su isla y se tira a la mar, de noche, en busca de otra mejor. Así ocurre durante la vida: a veces, a ciegas, corremos con el riesgo de abandonar lo que ya tenemos para buscar otra pareja, otra forma de ser, un modelo narrativo menos conforme, sea porque así lo deseamos o porque el vértigo nos obliga a saltar, a reinventarnos. El final de Tuvalú puede ser igualmente una revolución, el fuego que destroza un ciclo y nutre al siguiente, el requisito indispensable para que algo, lo que sea, eclosione. Renovar al mundo requiere que aceptemos el derrumbe de las proezas precedentes.

Así de esta manera podrás apreciar que las pequeñas cosas esconden un gran valor, que no necesitas tener un empaque bonito, si no sabes el contenido que tendrá y por ello mismo es que puedes transformar tu interior, buscar nuevas formas de reinventarte, de hacer lo que deseas, pero que esa forma pasada y presente siempre sea tu esencia, original y que sea parte de tu personalidad.

C.E.


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